La escritora Ana María Matute falleció el miércoles en Barcelona a los 88 años, según han informado fuentes editoriales.
Su trayectoria, ampliamente reconocida, cuenta con galardones de la
talla del Premio Cervantes y el Nacional de las Letras, también ganó el
Planeta y el Nadal y escribió obras tan recordadas como Los hijos
muertos y Olvidado Rey Gudú, pero era sobre todo una gran fabuladora y
una escritora de imaginación desbordante.
Considerada como una de las más
grandes figuras de la literatura española de postguerra, Ana María
Matute Ausejo nació el 26 de julio de 1925 en Barcelona (España), hija
de madre castellana y padre catalán. Con 17 años escribió su primera
novela, Pequeño Teatro, que no publicó hasta once años después y con la
que obtuvo el Premio Planeta en 1954, aunque antes había llegado Los
Abel, finalista del Nadal en 1947.
En 1952 ganó el Premio Café Gijón por
Fiesta al noroeste, galardón al que siguieron los Premios Nacional de
Literatura Miguel de Cervantes y de la Crítica por Los hijos muertos en
1959, mismo año en que consiguió el Nadal por Primera memoria. Era el
primer título de una trilogía titulada Los mercaderes y que continuaría
con Los soldados lloran de noche (1963) y La trampa (1969).
Fue una época marcada por los
problemas familiares. En 1952 se casó con el escritor Eugenio de
Goicoechea, con quien tendría dos años después a su único hijo, Juan
Pablo, pero la separación llegaría pronto, en 1963, un momento en el que
el divorcio era algo impensable y la custodia se otorgaba de manera
generalizada al padre.
Durante dos años, la escritora solo
podía ver a su hijo los sábados y consiguió recuperar la custodia cuando
el niño tenía 10 años. Tras superar ese trance, Matute viajó a Estados
Unidos, y durante el curso 1965-1966 fue lectora en la Universidad de
Indiana, labor que también desempeñó en Oklahoma. En la Universidad de
Boston instituyó la Colección Ana María Matute, a la que cedió sus
manuscritos y otros documentos.
A su trayectoria de éxitos sumó en 1965 el Premio Nacional de
Literatura Infantil Lazarillo por El polizón de Ulises y, en 1969, el
Fastenrath de la Academia de la Lengua con Los soldados lloran de noche.
En la década de los ochenta fue distinguida con el Premio Nacional de
Literatura Infantil por Sólo un pie descalzo (1984), tras la cual llegó
un largo periodo de silencio motivado por una depresión.
Publicó la versión original completa
de Luciérnagas (1993), una de sus primeras novelas, con la que fue
finalista del Nadal en 1949 y que había publicado con otro título -En
esta tierra- e incompleta en 1955, debido a la censura.
Otros de sus títulos son: Algunos muchachos (1964); La torre vigía
(1971); El Río (1973), y en 1996 Olvidado Rey Gudú, un precioso cuento
de hadas que se convirtió en una de sus obras de más éxito.
Ganó el Premio de RNE Ojo Crítico
Especial por esta novela que, junto a La torre vigía (1971) y Aranmanoth
(2000) componen su trilogía medieval. Durante su carrera también
escribió numerosos relatos, como La pequeña vida (1953); Tres y un sueño
(1961), A la mitad del camino (1961), El arrepentido (1961), El polizón
del Ulises (1965); Solo un pie descalzo (1983); El verdadero final de
la Bella Durmiente (1995) o Los de la tienda (1998). Entre sus cuentos
para niños destacan El país de la pizarra (1956); Los niños tontos
(1956); Paulina, el mundo y las estrellas (1960); El saltamontes verde
(1961); El caballito loco (1961); Carnavalito (1972) o La oveja negra
(1994).
En 1996 fue elegida miembro
de la Real Academia Española de la Lengua para ocupar el sillón “K”
(vacante de Carmen Conde) e ingresó en esa institución dos años después
con el discurso En el bosque.
En 2002 vieron la luz sus Cuentos de infancia, una recopilación de
nueve cuentos e ilustraciones que Ana María Matute escribió cuando tenía
entre cinco y catorce años. Y en 2003 y 2005, reeditó el Libro de
juegos para los niños de los otros y su trilogía medieval,
respectivamente.
Galardonada con el Premio Nacional de las Letras Españolas en 2007,
está considerada por la crítica literaria como “prosista de una gran
capacidad de fabulación” y una experta en narrativa infantil cuya
temática gira en torno a tres ejes: los niños, la incomunicación humana y
el paraíso imposible.
A pesar de su hospitalización, en
febrero de 2008 a consecuencia de una fractura de tibia, Matute finalizó
la que fue su última novela, Paraíso inhabitado. Y en 2010 recibió el
galardón culminante de su carrera, el Premio Miguel de Cervantes. Lo
mereció, según dijo el jurado, por una obra extensa y fecunda que se
mueve entre el realismo y “la proyección a lo fantástico” y por poseer
“un mundo y un lenguaje propios”.
“San Juan dijo: ‘el que no ama está muerto’ y yo me atrevo a decir:
‘el que no inventa, no vive’”. Así empezó la escritora su enternecedor
discurso de aceptación del Cervantes, en el que también reconoció sin
rencor alguno: “La Literatura ha sido, y es, el faro salvador de muchas
de mis tormentas”.Tres años después anunciaba que, a pesar de los
vértigos que sufría, tenía un libro “a medio hacer”, que se titularía
Demonios familiares y que nunca llegó a concluir.